LUIS ALBERTO LONDOÑO

Luis Alberto Londoño nació en Cali. Su infancia está hecha de recuerdos del campo quindiano.  Ingeniero civil y agricultor. Realizó estudios de edición cinematográfica y televisiva e historia del cine italiano en Italia. Asistió a los talleres de cine con el realizador Jean Marie Straub. Fue profesor de la escuela de cinematografía Black Maria durante cuatro años. Ha participado como conferencista en diferentes festivales de cine y literatura. ver más

Ciclo de cine Japones

Sin desconocer la importancia y características de la cinematografía japonesa y en particular del cine clásico de los años 50, quisieramos subrayar que los autores de los films que vamos a presentar, Kenji Mizoguchi, Yasujiro Ozu, Mikio Naruse y Kaneto Shindo, ponen en primer plano a la mujer y su condición en el contexto de la historia del japón. En la mayoría de sus films la mujer es protagonista principal o tiene una fuerte presencia. El cine japonés es híbrido, tomó múltiples elementos de otras cinematografías, del cine europeo, de Hollywood, pero igualmente ha sabido mantener una fuerte identidad, narrar su historia, dialogar con sus singularidades culturales. «Las buenas películas no están dirigidas por la razón sino por una pasión interna», decía Mizoguchi, y es quizás por esto que estas películas se conectan con lo más íntimo, diferente, bello y sabio del japón. En términos generales podemos decir que los directores de esta generación del cine clásico son culturalmente descendientes de la era Meiji, que sigue en 1868 a la Edo; caracterizada por una apertura hacia occidente y una transformación de sus estructuras socioeconómicas, en resumidas por el inicio de la modernidad.

SESIÓN 1: LOS CUENTOS DE LA LUNA PÁLIDA (UGETSU MONOGATARI) Año: 1953 / Director: Kenji Mizoguchi/ Guión: Yoshikata Yoda. Basado en la colecicón de cuentos homónima escrita por Ueda Akinari/ Música: FUmio Hayasaka, Tamekichi Mochizuki, Ichirô Saitô / Fotografía: Kazuo Miyagawa/ Duración: 94 min

Ugetsu Monogatari es una de las películas más representativas e importantes de la historia del cine japonés. Mizoguchi se basa en relatos tradicionales del escritor Ueda Akinori escritos en 1776. Magnifica el instante, narra el silencio, el absurdo, nos lleva sin que podamos casi percibirlo del realismo a lo fantástico. Buena parte del dramatismo y fluidez de su narración, de su magia, esta construido con pocas tomas por escena, movimientos de cámara apenas perceptibles armonizados con los movimientos de cámara de la toma siguiente, uso restringido del primer plano y otros recursos técnicos y expresivos en fase de filmación que crean gran continuidad entre las escenas. Mizoguchi nos cuenta como los fantasmas de la sexualidad y la ambición, como también la fama o el falso reconocimiento social, tienen el poder de embrujarnos, de arrastrarnos fuera de la felicidad, de los seres que realmente amamos. «La guerra confunde nuestras mentes y nos roba los sueños», dice el fantasioso campesino samurai de esta historia en sintonía con Mizoguchi, Naruse, Ozu y Shindo que eran decididamente antimilitaristas. Con una clara conciencia crítica del pasado y de su época, hace un acercamiento poético y lúcido a la vida de las gentes humildes y en particular de la mujer, personaje central y víctima histórica del egoismo y la mezquindad de los hombres, de su comportamiento absurdo y destructivo.

SESIÓN 2:HISTORIAS DE TOKIO (TOKIO MONOGATORI)/ Año: 1953 / Director: Yasujirō Ozu / Guión: Kōgo Noda ,Yasujirō Ozu / Música: Kojun Saitō/ Duración: 136 minutes.

En Yasujiro Ozu hay una armonía total entre todos los elementos que componen su cinematografía; el fílmico, el profílmico, el texto, la actuación…Su obra es una sucesión de los mejores haikus; es esencial, austero, sin perder la bondad y una fina percepción de los sentimientos. No sería exagerado decir que puede ser difícil de entender porque es casi perfecto y que a su lado Kluge, Straub o Bresson parecen retóricos. Sus films están caracterizados por la sobriedad y economía de medios; planos fijos, frontales, la mirada compasiva de un lente de 50 mm desde la perspectiva del tatami. Con historias cotidianas, diálogos sencillos, crea pequeños mundos de gran intensidad y fuerza dramática. La vida familiar, las relaciones entre padres e hijos, las confrontaciones generacionales, son temas frecuentes en su filmografía. Como sucede con Kenji Mizoguchi, su integridad y honestidad se reflejan en el alma de sus peliculas; no hay efectismos técnicos ni dramáticos, en las tomas, en la edición, en el uso de la música, en las tramas, que no dejan espacio, en su sencillez y humanidad, a especulaciones de tipo alguno, acordes con su concepción del mundo. A la fuerza y estruendo occidental antepone el silencio, la espiritualidad japonesa. Los sentimientos afirmados, la tradición, dan valor y ennoblecen su arte en medio de una modernidad que arrasa con la memoria cultural, pero que a su vez aporta nuevos patrones sociales. No creo que exista un director con una narración más clara e inteligente del espacio arquitectónico. Si dijeramos que el cine es una arquitectura del tiempo estaríamos definiendo la obra de Ozu.

Sesión 3: LOS NIÑOS DE HIROSHIMA (GEMBAKU NO KO)/ Año: 1952 / Director: Kaneto Shindô / Guion: Kaneto Shindô / Música: Akira Ifukube / Fotografía: Takeo Itô / Duración: 96 min.

Kaneto Shindo como los personajes de su película, fue también un sobreviviente de la Segunda Guerra Mundial. En 1952 el sindicato de profesores le pide que haga un film basado en el libro del profesor Arata Osada, «Los niños de la bomba atómica», recopilación de textos escritos por estudiantes víctimas de la bomba de Hiroshima. Shindo alumno de Mizoguchi, humanista y antibelicista como su maestro, realiza el primer film japonés que narra el dolor de esta tragedia. Cercano al neorrealismo italiano, con un texto que parte de un extenso trabajo de campo, apela a la conciencia social y retorna, siete años después del fin de la guerra, a la realidad específica y sin maquillajes de su ciudad. Aunque varias de las escenas son desgarradoras no cae nunca en lo truculento. Es un film moderado, tenso, conmovedor, que muestra la gran fortaleza y coraje de las victimas.

Sesión 4: CUANDO UNA MUJER SUBA LA ESCALERA (ONNA GA KAIDAN WO AGARU TOKI) / Año: 1960 / Director: Mikio Naruse / Guión: Ryuzo Kikushima / Música: Toshiro Mayuzumi/ Fotografía: Masao Tamai / Duración: 111 min.

Sesión 5: LA HIERBA ERRANTE (UKIGUSA) / Año: 1959 / Director: Yasujirō Ozu/ Guión: Yasujirō Ozu, Kogo Noda / Música: Takinori Saito/ Fotografía: Kazuo Miyagawa / Duración: 128 min.

Ozu parte de «Ukigusa monogatori» (Historias de la hierba errante) un film suyo mudo, en blanco y negro, de 1934, para revelarnos una sinfonía de colores y una de las grandes obras de la historia del cine. Y pagar también, con este homenaje, una gran deuda con la tradición teatral, con la «hierba errante» y en particular con el «kabuki». El color, su uso simbólico y expresivo, es protagonista en este melodramático «geido-mono»; una lección de historia y un retrato de la identidad japonesa, de la vida en un carácterístico pueblo japonés. Ozu, el maestro del espacio cinematográfico, del cine-haikai, que supo encontrar la belleza en la sutileza y la formalidad, en la sabia dirección de actores, fortalece su arte, su ternura triste, con el juego contrastante de luces interiores y exteriores; la lluvia como un muro claro-oscuro de dolor, los trajes coloridos como pájaros, el mar un rostro sin máscaras y todos, sombras del teatro, acomodándose a tientas en el mundo del amor y sus contradicciones.

DIRIGIDO:

Cualquier persona interesada, tanto en el cine, como en las artes.

DURACIÓN:

5 sesiones de dos horas cada una.  (10 horas)

HORARIO:

Jueves de  7:00 pm a 9:00pm

FECHAS:

Mayo: 16, 23, 30 y Junio 6 y 13

Dice Naruse: «Desde que era joven he pensado que el mundo en el que vivimos nos traiciona, y es un pensamiento que permanece en mí». Esta frase podría explicar su mundo cinematográfico, sus personajes atrapados por un destino doloroso, ineludible, representado por la metáfora de Keiko, el personaje principal, «subiendo las escaleras». La mujer en Naruse es vista por el hombre como una gheisa o una madre, un ser sometido a su voluntad, sin la oportunidad de acceder a sus propios deseos, a su libertad. Su ideal de autonomía en lo económico, en las relaciones de pareja, se confronta con el amor y es un obstáculo que debe asumir. Keiko no encaja en el mundo diurno e igualmente rechaza las máscaras, la frivolidad de su trabajo, un paisaje nocturno, en general, sofocado por la presencia masculina. Si bien su mundo está permeado por la prostitución, sigue una moral tradicional, de fuertes convicciones, virtuosa, sin caer en los prejuicios y la intolerancia. En Naruse, la narración cinematográfica está fragmentada, es polifónica, rica en personajes y situaciones y su valor significativo y expresivo se apoya decididamente en la ubicación y movimientos de los actores, con una cámara incisiva, crítica, que sabe observarlos, seguir sus gestos, sus miradas. Vemos como el paso de una escena a otra, algunas descritas brevemente con pocas tomas, es otra historia más, otras vivencias, narradas con una precisa semántica cinematográfica de planos que expresan aproximación afectiva o incomprensión entre los personajes, como también la persistencia de los sentimientos y la dificultad del amor.

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