TESTIMONIOS

JUAN AFANADOR 
Me entusiasmó la idea de hacer el taller de poesía La Textura de las Palabras en este proyecto en el sur del Cesar porque me interesa conocer cómo entendemos lo que es la poesía en distintos lugares del país y de Latinoamérica. Además, siempre me ha asombrado el uso de la décima en el Caribe colombiano, cómo la poesía puede existir entre las dinámicas cotidianas más allá de los espacios estrictamente “literarios”. Al plantear el taller, me generaba intriga pensar cómo funcionaría ese encuentro virtual, sin cuerpo pero con palabra, donde nos íbamos a encontrar personas de distintas edades y regiones. Pero muy pronto, en el medio del taller, reconocí la fuerza que tienen las palabras: su capacidad prismática para mostrarnos, a partir de un solo objeto, muchos destellos. Me emocionó confirmar que así sea desde lejos las palabras nos pueden conectar, nos pueden brindar una superficie para sentir juntos, para diferir y para preguntarnos qué significa estar vivos en este planeta. Del taller salieron imágenes conmovedoras y profundas. Recuerdo cómo un participante extrapoló la imagen de la madre que vende a los hongos, y por tanto a su raza, de un poema de Marosa di Giorgio al contexto de su región y nos habló de los peces que se alimentan de los cuerpos que se botan al río y del terror que podía producir alimentarse de esos peces. A todos se nos apretó el corazón con esa imagen.

Creo que estos cortos encuentros, como los que propone la Fundación Liebre Lunar, son destellos que pueden iluminar el camino de acercamiento que buscamos los colombianos. La poesía y el arte nos pueden mostrar que muchas formas de sentir caben en el mundo, que tal vez no se trata de estar de acuerdo siempre sino de escucharnos mejor y de aprender a leer en conjunto.

MARIA del MAR ESCOBEDO 

Como tallerista tuve la oportunidad de entrar en contacto con una región de Colombia que no conozco. Ya estoy acostumbrada a dictar los talleres de modo virtual y a tratar de acercarme de todas maneras a las personas al otro lado de la pantalla, pero jamás me había enfrentado a un taller virtual con tantas personas tan diferentes entre sí. Nos acompañaron hombres y mujeres, niños y niñas, maestros, estudiantes, y muchos otros enamorados de la literatura. Creo que, en esta ocasión, logramos una interacción que fue valiosa. Siempre pienso que el maestro es quien más aprende. Este ejercicio me permitió imaginar las grandes distancias físicas y mentales que nos separan a los colombianos, y lo maravilloso que es lograr superarlas de alguna manera, al menos por un momento. Al encontrar la pluralidad  de culturas, las voces de otras Colombias, se produce una suerte de aliento, de impulso, de entusiasmo e interés por ese diálogo. A veces, desde la capital, todo se uniformiza, se ve lejano; todo se centra en las ideas, pero se pierde el color de los contextos, de otros puntos de vista, de otras historias, que también son nuestras. Esta experiencia virtual sincrónica no fue ensombrecida por las circunstancias: por el contrario, creo que logramos superar las barreras. Estoy muy feliz de haber sido invitada a hacer parte de esta experiencia, y de haber podido escuchar algunas de las voces del sur del Cesar. 

DANIELA ZULUAGA 

El Sur del Cesar es una región donde los árboles crecen grandes. Nunca había estado allí y tenía muchas dudas sobre cómo sería. Tenía mucha ilusión por volver a dar un taller de forma presencial fuera de Bogotá. Pelaya es un pueblo al borde de la carretera de la Ruta del Sol. Sus gentes son amables y cercanas a la tierra. En el patio de sus casas tienen sembradas matas de maíz y de plátano.

Cuando empecé a dar el Taller de edición comunitaria sentí que hacer libros era distante para el grupo de muchachos que asisitieron. No tenían un mapeo muy claro sobre los medios locales. Más bien tenían en su cabeza los medios grandes y populares. Entendí que era importante mostrarles, más que contarles, que los contenidos también se pueden difundir a través de otras formas. En una jornada de seis horas, creamos, diseñamos, reprodujimos y armamos una publicación alternativa de principio a fin. Se llama SOS Emergencia planetaria y es una denuncia sobre los desmanes que ha habido al medio ambiente en la región. Cuando los asistentes tuvieron su copia armada en las manos pude ver cómo algo se había logrado en ellos. Se habían dado cuenta que ser publicado era más cercano de lo que pensaban.   

Estuve en Pelaya un tiempo breve, pero siento que tanto en ellos como en mí quedaron las semillas de unos aprendizajes duraderos. Ojalá la tierra fértil les permita crecer. 

EGUIS PALMA 

Hoy día somos, o podemos hacer en la literatura y  a favor de la comunidad es el resultado directo de este trabajo maravilloso y mancomunado  que La Hacienda y Liebre Lunar han hecho por esta tierra. Una de las trovas de esa noche, dice que Liebre Lunar  es una fundación que vive en Bogotá, pero tiene acá en el César , en el Bolívar su corazón.

El hecho de poder publicar más de 500 textos con una voz propia  es ya un éxito. Este proyecto La Voz Propia del Sur del César es solo la confirmación de un legado de trabajo en favor de las comunidades del César y Bolívar .

No podría decir algo diferente, los talleristas, los temas, las actividades desarrolladas en los talleres y conversatorios, fueron los mejores, y se convierten  en una prueba fehaciente que vamos en la dirección correcta. Iniciamos un nuevo ciclo  dónde muy seguramente vendrán nuevas oportunidades de seguir sembrando en nuestros estudiantes  y las comunidades del César y Bolívar, todos los conocimientos adquiridos en estos talleres de formación , porque en definitiva la meta es el servicio y con Ustedes ( Clarissa, Maria Sol, Ana María al cuadrado, Javier , Antonio, Lucia, José Luis, Daniela, Amalia Willian y toda la flia de La Voz Propia) hemos aprendido que quien no vive para servir, definitivamente no sirve para vivir.

AMALIA SATIZÁBAL

Siempre viajar por Colombia es un regalo y una oportunidad de expandir nuestra mirada, nuestros sueños, esto fue experiencia con La Voz Propia del Sur del Cesar. La invitación de la Fundación Liebre Lunar a
ilustrar el libro que recogía textos de 10 años de trabajo y a dictar un taller de ilustración en Pelaya me dió muchas alegrías. 
Primero para las ilustraciones tuve unos acercamientos poco convencionales al hacerlo a través de la intimidad de su producción literaria, y luego tuve imágenes de dron de los municipios de La Gloria y Pelaya que hicieron volar mi imaginación. Formas de convivencia a las que nos hemos visto avocados en esta pandemia y que no son nada frustrantes. Somos más lo que somos en nuestra poesía y en nuestras imágenes.  
Agradezco la confianza y espero que mis dibujos logren llegar al corazón de las personas, adultos y niñas y niños, en esta región ardiente y atravesada por la gran autopista pero … también algo olvidada. 
Así que cuando me envolvió la ola de calor y llegué a Pelaya  cargada de mis materiales y morral, y me recogieron en una moto, sentí que me desprendía de mi dibujo y ¡ me salía de las páginas del libro!  
El taller fue una fiesta. Con niñas y niños y el monitor fuimos un solo equipo, trabajamos una gran parte del día y nos dio tristeza terminar. 

LUCÍA LIÉVANO

Regresé a Pelaya con la ilusión de reencontrarme con personas que años atrás estuve acompañando en procesos pedagógicos. Ellas y ellos, grandes y chicos, así como su región han dejado en mí una profunda huella de afecto. Cada viaje ha estado marcado por unos propósitos de trabajo específicos alrededor de la primera infancia en el que todos hemos tenido enormes aprendizajes, y tal vez yo, soy la que más he aprendido de su diversidad cultural, de la riqueza de su territorio y del tesón y grandeza de su gente. Y, esta vez, no fue diferente. 
 
Como si fuera ayer, me recibieron con el brillo y la sonrisa de sus ojos, los abrazos a distancia llenos de palabras y alegría por el reencuentro. Y ese era justo el eje central de mi taller, las palabras compartidas, las emociones expresadas al cantar, pintar o escribir, para decir de muchas maneras lo difícil que ha sido este tiempo en que a todos nos cambió la vida. Un encuentro para escucharnos y contarnos, para darle sentido y valor a la palabra, para redescubrir que la literatura y todas las demás expresiones artísticas que tenemos a nuestro alcance, están justo ahí como la mejor posibilidad de expresión, de abrazo y contención. 
 
Así, cada cual, a su manera, fuimos encontrando caminos para mirarnos a los ojos y descubrirnos valientes, sensibles y solidarias. Los talleristas somos esa mediación que permite desbloquear lo que el diario vivir muchas veces silencia, oculta, esconde. Mirarnos a nosotros mismos nos permite reconocer lo que sentimos, poner un nombre a las emociones para hablar de ellas encontrando a su vez caminos de consuelo y… después agradecer por todo lo que hemos ganado y conquistado. Y… cuando nuestros niños y niñas nos miren, aprenderán también con las palabras, la lectura y sus expresiones culturales a transitar los caminos de la vida.