“Y, ante todo, ¿han desaparecido verdaderamente las luciérnagas? ¿Han desaparecido todas? ¿Emiten aún –pero ¿dónde? – sus maravillosas señales intermitentes? ¿Todavía en alguna parte se buscan entre sí, se hablan, se aman, pese a todo, pese al todo de la máquina, pese a la noche oscura, pese a los reflectores feroces?”
“Hay razones para el pesimismo, pero por eso es tanto más necesario abrir los ojos en medio de la noche, desplazarse sin descanso, ponerse a buscar luciérnagas.”
“Solo de nosotros depende no ver desaparecer las luciérnagas. Ahora bien, para ello debemos asumir en nosotros mismos la libertad de movimiento, la retirada que no sea repliegue, la fuerza diagonal, la facultad de hacer aparecer parcelas de humanidad, el deseo indestructible.”
“En nuestra manera de imaginar yace fundamentalmente una condición para nuestra manera de hacer política. La imaginación es política, eso es lo que hay que asumir.” La imaginación como “la experiencia es indestructible, aunque se encuentre reducida a las supervivencias”. Su declive no implica su desaparición, ni la caída de su valor, su des-trucción. Aún en su crisis, la experiencia pero también los pueblos, las palabras, las imágenes que la encarnan debe ser supuesta, como aquello que se filtra por deba-jo, y que es todavía capaz de producir apariciones desde su ocaso.”
“El pesimismo fue algunas veces “organizado‟ hasta llegar a producir, en su ejercicio mismo, el resplandor y la esperanza intermitentes de las luciérnagas. Resplandor para hacer aparecer palabras libremente cuando las palabras parecían cautivas de una situación sin salida”. (…) Como otras tantas luciérnagas que resisten, que aún en las condiciones terribles de las que surgen, insisten y se empeñan en decir, en imaginar, en conocer, en nombrar, en transmitir, en hacer “sentir una nueva belleza en lo que se desvanece”, según las palabras de Benjamin.
Hacerlos valer no denota una suerte de optimismo ingenuo, sino la necesidad de “organizar el pesimismo” a través de la capacidad de las imágenes (hechas de deseo y experiencia) de producir nuevas formas incluso en la adversidad. Por ello mismo, las imágenes no tendrían el estatus de una trascendencia o de una tradición, sino el precario de ser un operador de supervivencias. “(…) el papel de las imagines como maneras de “organizar” – es decir, también, de desmontar, de analizar, de contestar – el horizonte mismo de nuestro pesimismo visceral”.
Se tratará entonces de dar cabida a una necesaria política de las supervivencias, una contra-política organizada sobre la base de “aquello que no ha desaparecido completamente y, sobre todo, aquello que aparece, pese a todo”. De algún modo, Supervivencia de las luciérnagas nos incita a ello e invita a instruirnos en el arduo trabajo de encontrar y leer en el presente los “resplandores inesperados” de las imágenes-luciérnaga, las palabras-luciérnaga, los saberes-luciérnaga que todavía sobrevuelan entre nosotros. Y quizás en ello, en la capacidad de verlas o en la posibilidad de producirlas, resida hoy nuestra débil fuerza mesiánica.
La luz del futuro no cesa de iluminar nuestro camino, que aparece ante nosotros como responsabilidad del actuar aquí y ahora, una beneficiosa angustia del presente que no nos hace olvidar cuál es nuestro deber. P.P. Pasolini
Hoy traemos algunas notas del libro Supervivencia de las Luciérnagas del historiador del arte y filósofo francés Georges Didi-Huberman. Las notas pertenecen al cuaderno de Catherine, coordinadora de cursos y liebre-luciérnaga en Liebre Lunar. Ella las encontró en estos momentos pues “de nosotros depende no ver desaparecer las luciérnagas”. Acompañan a algunas de las notas de la joven estudiante, comentarios de Nicolás López en reseña de la Revista Constelaciones de Teoría y Crítica. Iluminan los textos las pinturas de Rubén Gonzalez, maestro de pintura en Liebre Lunar. Su grupo ha seguido reunido con él por estos días.